Arranca la campaña «Nos duele el sistema»

En los últimos años y gracias, en gran medida, a las generaciones más jóvenes, el tabú de los problemas de salud mental en la sociedad se ha ido rompiendo.

Sin miedo a equivocarnos, afirmamos que las problemáticas sociales afectan a esta epidemia silenciosa.

Por un lado, en los casos de personas con un nivel académico más alto o una mayor estabilidad familiar y económica, aquel relato donde la felicidad se alcanza a través de los bienes materiales y que el trabajo otorga la realización personal ha llevado, en innumerables casos, a un callejón de frustración en el que las expectativas generadas no se ven cumplidas. El resultado es la aparición de una sensación de tristeza, desmotivación o ansiedad, porque «si esto era lo bueno y no me vale, el problema soy yo», que libera a la sociedad de una responsabilidad que sí coloca sobre los hombros del individuo.

Por otro lado, en la clase trabajadora precarizada, la gran mayoría de la población, estos problemas de salud mental se ven incrementados por las dificultades económicas. Por tanto, a la frustración que conlleva no poder alcanzar el ritmo de consumo material que, según el relato de las grandes corporaciones, nos da la felicidad, tenemos que añadir la ansiedad por no ver aseguradas las necesidades más básicas, aquellas que aseguran una vida digna para cualquier persona.

El problema con  la vivienda, donde el alquiler cuesta más de la mitad de un salario y la compra se ha vuelto imposible debido a la inestabilidad laboral, los sueldos escasos y el incremento de precios, factores que han decapitado la capacidad de ahorro; la tensión laboral a causa del despido barato y la constante amenaza de quedarse en la calle; la incertidumbre sanitaria, donde la cita con tu médico de cabecera se atrasa semanas y, con el especialista, meses; las aulas cercanas al hacinamiento, con ratios cercanas a treinta alumnos en colegios e institutos que impiden la atención emocional de las generaciones futuras; el juicio popular por decidir quién quieres ser o con quién quieres irte a la cama cuando ello no encaja en los parámetros sociales; la esclavitud de la imagen que fomentan las redes sociales o la crisis de sistema y climática, donde cualquier película de futuro distópico parece poder hacerse realidad en cualquier momento. Todo ello genera una desestabilización emocional que desemboca en una suerte de depresión social soterrada que va generando diferentes estados de deterioro de la salud mental: estrés, irritabilidad, trastornos del sueño, baja autoestima, etc.

No negamos la utilidad y necesidad de acudir a terapia, pero rechazamos aquellas tendencias en las que los problemas se abordan desde el individualismo, que se centran en el «yo» o en el aprendizaje de conductas de supervivencia en esta sociedad, sin dar cuenta de las circunstancias económico-sociales que rodean a la persona. Queremos señalar que, quien provoca la herida en la sociedad, vendiendo como bienestar el materialismo y convirtiendo las necesidades básicas en negocio, ofrece la tirita. Un parche que, lejos de estar cubierto dentro del sistema sanitario, donde faltan profesionales de psicología y sobran recetas de antidepresivos y ansiolíticos, resulta ser un lujo solo al alcance de gente acomodada económicamente. Una vez más, es la clase trabajadora  que a duras penas consigue pagar vivienda, luz y cesta de la compra,  la que se ve privada de la asistencia necesaria ante un problema, el del deterioro de la salud mental.

Por todo ello, desde CNT-AIT Sierra de Madrid, llamamos a la autoorganización con quien comparte tus problemas, tanto económicos como sociales. Una medida comunitaria para mantener una mejor salud emocional y combatir las causas que la lesionan. Escuchar y ser escuchadx, ayudar y ser ayudadx, entre iguales, puede ser la terapia más efectiva.